Bancos de Niebla by Ariel Zorion

Bancos de Niebla by Ariel Zorion

autor:Ariel Zorion [Zorion, Ariel]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: intriga
publicado: 2018-12-02T23:00:00+00:00


CAPÍTULO 11: Averiguaciones

Jueves. El inspector Peterson esperaba nervioso desde el día anterior los resultados de la autopsia. La jornada se había alargado más de lo previsto siguiendo las líneas de investigación habituales. Las conversaciones con los potenciales testigos, que eran muchos, no habían llevado a ningún sitio. Por el puente de Londres pasan infinidad de vehículos y viandantes durante el día, aunque por la noche solía estar casi desierto en todos los sentidos, ya que no se veía ni un alma por allí, por lo que resultaba complejo encontrar a alguien que hubiera visto algo mínimamente sospechoso. Además, estaba la posibilidad, por remota que fuera, de que la chica hubiera sido arrojada en otro sitio y la corriente la hubiera arrastrado hasta allí. El río llevaba una buena crecida ese año, así que no era algo tan disparatado. Y, finalmente, estaba la opción del suicidio, algo que todavía no podían descartar hasta que el médico forense le dijese algo.

De hecho, los casos de suicidio habían ido incrementándose de manera espectacular en los últimos años. Era algo sobrecogedor y, en muchas ocasiones, había hablado del tema con su mujer. Había leído mucho sobre ello, pues le costaba creer que la gente pudiera ser tan infeliz para llegar hasta el extremo de renunciar a todo. En algunos estudios hablaban de que, entre algunas de las causas apuntadas, están el elevado nivel de estrés al que la mayor parte de la población se ve sometida, la escasa conciliación de la vida familiar y laboral, el incremento de familias desestructuradas y con relaciones altamente disfuncionales, así como una sociedad predominantemente tecnológica y egocéntrica que ha olvidado los valores del grupo a favor de una individualidad aplastante.

Al margen de las preocupaciones típicas del caso, estaba el tema de la niebla, la cuál había sido densa e intensa desde horas muy tempranas de la madrugada. De hecho, hacía ya varios días que esa maldita niebla no levantaba y eso le ponía de mal humor. Era británico, nacido en Londres, de hecho. Sin embargo, nunca había llegado a acostumbrarse al terrible clima de su país natal. En ocasiones soñaba con una jubilación en una soleada playa española, tal y como sabía que hacían muchos compatriotas suyos. No obstante, cuando pensaba en ello, lo veía lejano, por una parte, y ciertamente improbable, por otra, puesto que estaba el asunto de su hijo y los tratamientos que seguía. No tenía muy claro si le resultaría sencillo adaptarse a un ambiente tan diferente o si le sería siquiera beneficioso.

Pero ahora no era el momento de pensar en eso. Tenían un cadáver de una joven cuya edad estaba probablemente entre los veinte y los treinta años y no sabrían mucho más hasta que el doctor Anderson terminara la autopsia, ya que la joven no llevaba encima ningún documento identificativo.

Mientras esperaba imbuido en sus pensamientos, miraba a Henry por el cristal de su despacho. Siempre parecía bastante despreocupado. Jack Peterson envidiaba eso, aunque sabía que en realidad era una máscara porque Henry era un policía avezado que lo daba todo en su búsqueda de la verdad.



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